¡Házmela saber!
29/05/2024
¡Házmela saber!
La necesidad que tuvimos de niños de ser amados incondicionalmente no siempre se encuentra satisfecha.
El rechazo, el abandono, la humillación y la injusticia son, en numerosas ocasiones, el telón de fondo que tiñe nuestra infancia y adolescencia.
Ya de adultos, estas improntas, estos recuerdos dolorosos se recrean una y otra vez sin que podamos evitar las emociones que nos ocasionan: “Por qué no me llama?…le hice algo?”, “No me saludó…no me vió o no quiso hacerlo?”, “Mmm…no me mira cuando habla, sólo mira al que está a mi lado…”, “Por qué se reúnen sin mi?, ¿es que nadie me pudo avisar?” …
Y es que esos niños y adolescentes siguen ahí, intactos en nuestro interior, esperando que finalmente alguien los mire y asista.
Entonces, muchas veces generamos relaciones de apego. Porque creemos que es el otro el que tiene la capacidad de protegernos y ampararnos, como si siguiéramos siendo niños.
El problema es que al otro, también le sucede lo mismo!
Y entonces entramos en un bucle de angustia e insatisfacción que no nos permite generar vínculos de calidad.
La salida es hacia adentro: nuestros padres internos.
¿Y cuáles serían los recursos que nos permitan salir de este tipo de relación disfuncional?.
Hay dos puntos que tenemos que tener en cuenta:
Por un lado, salir de la inercia. Detener el paso. Observarnos y observar. ¿Desde qué lugar me estoy relacionando?, ¿qué es lo que estoy reclamando?. Observarnos desde la parte adulta de nuestra personalidad.
Por otro lado, aprender a desarrollar lo que en Psicología Profunda se denomina arquetipos paterno y materno. El arquetipo es un modelo, un esquema de comprensión que forma parte del inconsciente colectivo (está al alcance de todos) y que nos permite “simular” o “hacer cómo” si tuviéramos a esos padres que anhelamos intactos en nuestro interior.
El arquetipo paterno es el que pone límites, provee dirección y establece qué y quiénes pueden entrar en mi mundo emocional.
El arquetipo materno es el que ama incondicionalmente, el que nutre afectivamente, el que abraza y contiene.
Desarrollar este modelo nos va a permitir no buscar afuera sino en nuestro interior, convocando a nuestros “padres internos” cada vez que los necesitemos o cada vez que se recree esa sensación infantil de “no ser tenido en cuenta”.
Lic. Anahi Roma – Psicóloga