Tiene algo que me atrae..

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Ese “algo” que te atrae, que no es mental, que sentís vibratoriamente y que no podes poner en palabras, (por eso es “algo”). 

Y que no tiene nada que ver con lo lindo, con lo bueno, ni siquiera con lo que te conviene. 

Pero que, sin embargo, te genera un impulso irrefrenable de conectar, de estar, de mirar, de tocar, de sentir. 

Eso que te pasa (y que en numerosas ocasiones confundimos con el amor) se llama PROGRAMA. 

Hay un rasgo, una mirada, un aroma, un momento, una manera de caminar, la manera en la que mueve sus labios, la forma en la que se corre el cabello. 

Son pequeños movimientos que activan una sensación que no podes ubicar en ningún lugar de tu cuerpo pero que activan un impulso vital que te eleva. Y te eleva, precisamente porque conecta ni más ni menos que con los tuyos. Con alguien de tu clan. 

Alguien de tu historia que copiaste en los primeros años de vida. Que observabas, que admirabas, que seguías milimetricamente en movimiento. Cuadro tras cuadro. 

Eso que quedó ahí, flotando en las capas profundas de tu mente reaparece con todas sus fuerzas. Y ahora podés. 

Ahora tenés el permiso de decirlo, de sentirlo, de expresarlo, de enamorarte!. 

Y es que conectamos con lo que nos resulta familiar. Aquello que nos atrajo en un momento de nuestra vida en que la vida pasaba en cámara lenta, y podíamos degustar cada uno de sus cuadros. 

Y eso con lo que nos conectamos nos permite amalgamar nuestra alma. Nos permite moldearla al formato de nuestra propia evolución, autonomía, destino. 

Entonces repetimos eso que nos fascinó, en el mejor de los casos. O, por el contrario, aquello que no pudimos integrar, porque la historia no resultó como esperábamos. Eso que nos atrajo terminó siendo hostil, o violento o inhóspito. Pero que igual nos atraía!. 

Porque era lo único que teníamos cerca. Entonces necesitamos volver a vivirlo para poder, finalmente poseerlo, vivirlo, integrarlo…

En cualquier caso, se trata de reencontrar para reecontrarnos. Zócalos inconscientes sobre los cuales armamos, nuestra propia historia de amor. Recreamos esas miradas, recreamos esas caricias, recreamos esos momentos para hacerlos, esta vez, nuestros…

Por eso, cada nuevo encuentro nos brinda la hermosa oportunidad de trascender nuestros propios límites. Re-vivir esas historias a la luz de nuestra propia luz para agregar aquello que quedó afuera, aquello que dolió, aquello que no se nos dio, aquello que queríamos vivir y no pudimos. 

Dos más dos es igual a tres. El uno sos vos, tu historia, los tuyos, tu clan, aquellos que te atraían sin que te dieras cuenta. El dos soy yo y mi historia. El tres somos los dos. Con tu historia, con la mía. Con lo nuevo que nos trasciende…y que llamamos amor.

Lic. Anahi Roma – Psicóloga

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  1. Hola,
    Por el contexto que has utilizado en algunos párrafos, me he sentido muy atraída, pero a la vez con la prudencia al 100%, supongo , por tantas noticias negativas, de internet.
    Sin embargo, al hablarlo con mi hija, se ha asombrado de conocerte por una charla que diste en su instituto.
    Ha sido revelador y muy gratificante.
    Enhorabuena, tienes mucha chispa.
    Y espero encontrarme en algún momento contigo.
    Te deseo mucha salud.
    Miriam.

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